EL COCIDO DE VENTURA
Y LOS PANTALONES DE IVAN CORRAL
Confieso que tengo una especial debilidad por Antonio Freire “Ventura”, y esa debilidad no es que signifique que estoy enamorado de él, que si yo estoy viejo y flaco y me cuelgan los pellejos, él está gordo y bastante “usado” y por lo tanto, no me pone para nada; sino que de los varios ambientes en los que me he movido a lo largo de mis ochenta + 1 años, del automovilismo deportivo, “Ventura” y el fallecido “Gorduras” (Pepe Estévez) son dos de esas personas de las que guardo un recuerdo extraordinario. No hay grandes hazañas ni grandes favores ni nada importante, sino todo en múltiples vivencias de pequeños detalles, imborrables.
Así que no me canso de decir que, en Ourense, y por extensión en Galicia, fue el mejor piloto de aquellos pretéritos e inolvidables días. ¡El mejor, y con diferencia! Otra cosa es que su disposición para reconvertir una afición en una obligación, no fuese para él una meta en la que comprometerse. Pero fue el mejor. Además, un día, de madrugada, apareció metido por entre las tiendas de campaña que teníamos montadas en “Paxariñas” unas cuantas familias de Ourense, medio a tientas, llamándome en voz baja para no despertar a los demás, de manera que tienda por tienda, despertó a todos, pues estando en camping libre (luego fundaríamos aquel camping que hoy funciona) cada vez que llamaba despertaba a una familia, que, asustada, asomaba la cabeza de alguno, y así, hasta que llegó a la mía.
Ventura estaba inscrito en el Rally Rías Altas con un Opel Kadet Rally, que uno de sus hermanos, residente en Alemania, había traído en sus vacaciones. Recordaré que por aquellas, los coches de rallis se dividían en 5 categorías o grupos, según el grado de preparación. La 1, eran turismos de serie, que precisaban 5.000 unidades en el mercado. Así que el Kadet era un “grupo 1”, con caja de 5 velocidades y me parece recordar que 1.200 c. c. algo que para muchos era un sueño poder pilotar.
“VOUME CAMIÑANDO”
Su hermano, en los entrenamientos y toma de notas, no estaba muy acostumbrado a la conducción deportiva, y para mayor desgracia, entrenando en Mesón del Viento estaban tirando asfalto, y sobre el asfalto tierra, y como el rally se corría el domingo, el sábado andaban a toda pastilla para que las carreteras estuviesen presentables… y la máquina apisonadora, en vez de estar donde la habían dejado el viernes y así constaba en las notas… estaba un kilómetro antes… y a juicio del hermano de Ventura, aquello era tan peligroso que, unido a la manera de manejar el coche, decidió bajarse y decirle a Ventura:
-Eu sei que ti conduces de carallo… pero voume camiñando pa Coruña…
Y se fue.
Por más que Ventura lo quiso convencer, se fue. Y, entonces, se acordó que yo tenía licencia de competición, que estaba acampado con la familia en “Paxariñas”, y, a grandes males grandes remedios… se vino directamente (unos 120 kilómetros) nos despertó a todos, y no me acuerdo qué disculpa le di a mi “santa”, pero la dejé con los niños y el resto de amigos acampados y me largué en el Kadet con Ventura, con el tiempo justo de tomar la salida en el Cantón Grande.
Las “notas” eran las de Julio Leal, y con el rutómetro para no perdernos, salimos cagando leches si no me falla la memoria, a las 8 de una mañana muy gris, con bruma y niebla. Le “cantaba” a grito pelado, fundamentalmente, las referencias de las curvas más complicadas para “atacar” sin temores donde no se veía nada.
Y nos salió todo perfecto, porque Ventura era un piloto sensacional.
PERDIERON PERO GANARON
Ganamos con diferencia el “grupo 1”, y estábamos peleando por el triunfo absoluto contra el Alpine 1.300 (casi oficial de Renault) que pilotaba Lucas Saiz y copilotaba, si no me falla la memoria, “Rizos”. Equipo con el que teníamos pocas opciones, porque eran dos expertos en rallys mientras nosotros (yo desde luego) éramos novatos.
Cuando llegamos al último control, en las afueras de A Coruña, aparecieron con el Alpine a toda pastilla, en dirección contraria. Se habían perdido y penalizaron un porrón de minutos, y perdieron el rally… que ganamos nosotros que éramos segundos.
Luego, como era habitual en aquellas fechas en A Coruña (que era la corte de verano de Franco y sus ministros, y las queridas de los ministros), lo importante no era el rally sino “quién” lo ganaba, un tal Ventura y un tal Belay no éramos nadie, pero Lucas estaba en lo mejor de su carrera artística y que el rally lo ganase un “Pekenike” suponía repercusión en la prensa. Así que, ganaron ellos, que eran y espero que sigan siendo por muchos años, eso, buena gente. Y nosotros, segundos, claro. ¡Y, pese a todo, felices y contentos!
COCINERO
Un día cualquiera, Ventura organiza en su casa un cocido, e invita a unos cuantos que nos podemos considerar “carrozas deportivos”, pero, como su hijo Celso anda metido en el asunto, también vienen algunos jóvenes valores, y otros que ya llevan algún tiempo disfrutando de este deporte, como Marabú, por citar un ejemplo. En realidad, alrededor de Ventura siempre hay buena gente, y Marabú es un buen ejemplo.
Lleva, que recuerde (o haya asistido) dos, y siempre hay sorpresas, porque los años pasan para todos y más si no nos vemos con frecuencia, y tíos de pelo rizo y rubio, como Pío Alonso, que lo recuerdas muy joven como una especie de “angelito”, ahora son señores, más o menos respetables, con el pelo tirando a blanco y una nariz que no recordaba que la tuviese como la tiene.
¡Qué voy a decir de Enrique Fernández! que se mantiene bastante “como era” pero un poco “ensanchado”. O me dicen que viene Zorrilla, que anda en el Rally Galicia de Clásicos con un “portaviones”. ¿Un “portaviones”? Bueno, un Opel Ascona. Al “Chito Kauwe” lo veo más frecuentemente… tiene una colección de cascos, me dice uno que resulta que es su hijo. ¡Sí, claro, y uno de ellos era el mío, que me lo birló! (El “Kauwe” niega que fuese cierto, pero tengo fotos que lo demuestran).
A otro que veo frecuentemente es a Pavón. Siempre se pareció a Juan Pardo, y bromeo con él y le recuerdo que para recoger los trofeos en aquellas fiestas que antes se organizaban, se ponía una especie de “smoking” con puñetas en los puños y en el cuello… tengo fotos que lo demuestran… jejejé.
CLÁSICOS DEPORTIVOS
Al sábado siguiente nos fuimos a ver el Rally de Galicia de Clásicos, lo pasamos bien. Parecía que los “porsches” los regalaba alguien en la salida de los tramos, por la cantidad de ellos que competían. De “fores” ya ni te cuento. Celso Freire, con el BMW, acabó 5º, y todos nos alegramos.
Además de ser hijo de un amigo y heredar su pericia al volante, se llama Celso, nombre para mi de singular recuerdo, pues era el nombre del único de mis hermanos (tuve varios) que conocí, y que murió en la puta Guerra Civil, con 19 años cuando yo apenas tenía 5.
Vimos un par de tramos, y lo pasamos bien. Mucho ambiente, como siempre en Galicia es un buen ejemplo
¡BIEN POR CHOQUEIRO!
Por la tarde nos acercamos a las pruebas de “autocrós” en el circuito de “Choqueiro”. Alarde de maquinaria adecuando a cada manga el piso, digno de ser destacado. Un esfuerzo encomiable de alguien que ama este deporte. ¡Muy bien por “Choqueiro!
No sé ni quién ganó en las diferentes categorías, ni quienes quedaron los últimos. De lo que no me quedó duda alguna es de que, estos pilotos, todos (o casi) jóvenes, lo pasaron pipa, -¡como enanos!- en sus respectivos vehículos “quemando” adrenalina en altas dosis, y, después, terminada su participación en la pista, con sus “monos” de competición (pese al calor) disfrutando de esa otra faceta… de dejarse ver, de estar entre el público. Seguro que sintiéndose como Alonso, o Hamilton.
Por cierto, había bastante gente por detrás del cierre del circuito, tratando de ver el espectáculo… sin pagar. Gente normal, pero imbéciles. Pagué mi entrada, porque si tienes afición has de contribuir a sostener el espectáculo. Ya, hace muchos años, cuando realizaba reportajes para “La Región” y tenía entrada gratis a todos los estadios de fútbol, pagaba mi recibo de socio de CD Ourense. Porque además de ganarme la vida con la fotografía y el periodismo, era aficionado.
Al final se entregaron los trofeos y los premios en metálico. Y hasta se acordaron de mi, y subí a la tribuna a recoger uno muy sencillo, original y bonito, por la dedicación que como fotógrafo y periodista tuve a este deporte, aunque apenas nadie se acuerde de mi después de tantos años, y sí, pues para él supongo que era el premio, de mi hijo, que está más al loro en este asunto.
Pues sí, subí a la tribuna acojonado, porque el “presi” Iván Corral, llevaba unos pantalones amarillos; y bajé rápido, porque lo normal es que se estuviese a punto de hundir el chiringuito.