EL RALLY DE PORTUGAL 2009 NO SE ME OLVIDARÁ NUNCA
TODAS LAS PRECAUCIONES SON POCAS
WRC de Portugal pasará a mi historia personal y profesional. Hacía varios años que no iba al Rallye de Portugal; creo que la última vez que “bajé” sería en el 2001.
En esta ocasión lo hice con dos amigos, Antonio y Oscar; para los tres la zona del Algarbe era nueva, así que fuimos con toda la información oficial: tramos, carreteras, horarios. Llegamos bien, sobrados, y nos instalamos para ver el primer tramo del viernes.
Dormimos un poco y al rato de amanecer ya estábamos reconociendo la zona, a la que habíamos llegado entrada la noche. Tenía un par de emplazamientos interesantes, entre unas casas medio derruidas, pero allí, el “Marshall” me dijo que NO. Bueno, pues a seguir buscando.
Al final, en la zona destinada al público, vi un lugar majo y allí prepare los bártulos. Llegó el coche “0” y después Loeb. Lo vi a lo lejos a través de la cámara: increíble como cortaba una izquierda, y esto hizo que me moviese de sitio. Salí disparado y me acerqué lo más posible a la curva: efectivamente, según fueron llegando Sordo, Hirvonen y compañía, parecía que la pista de tierra les sobrara, se metían por dentro, pero tan por dentro, que una buena parte de la curva la hacían por el monte.
Bueno, las fotos del viernes estaban salvadas. Una vez vistas las dos pasadas del tramo, decidimos bajar al parque cerrado, donde se nota el dinero y también la profesionalidad que existe en el WRC.
Ya de noche, buscamos el hotel, donde su propietario, un tipo la mar de enrollado, nos indicó un restaurante para que cenásemos una buena carne, y a una hora más que prudente, estábamos en cama.
LLEGAN LAS EMOCIONES
Para el sábado teníamos previsto ir al primer tramo, pero aún siendo temprano, la cantidad de gente que había nos hizo cambiar de idea, y a la salida del pueblo encontramos a un guardia al que le preguntamos por dónde ir al tercer tramo, donde pensamos que habría menos gente. El tramo estaba cerrando y de nuevo preguntamos en un cruce, donde nos indican que allí comenzaba un tramo; así que aparcamos, caminamos 5 minutos, y, efectivamente, encontramos la salida del segundo tramo.
Cada vez llegaba más gente, y nosotros, como “Vicente, por donde vaya la gente”. A poco de la salida había una zona buena: se veía un tramo de pista rápido y largo, así que tomamos posiciones, me aposté alto en una colina bastante fuera del tramo, desde donde dominaba dos curvas: una izquierda de radio medio y una derecha rapidísima y prácticamente pegada a la salida de la curva anterior. Fotografié bastante bien, cómodo y confiado.
Estaba a una distancia que consideraba segura, ya que después de todo, cada día amarro más y me suelo alejar de las curvas y del peligro, que siempre existe. La realidad es que cada día voy más viejo y la experiencia me dice que es mejor tirar de óptica, que ponerse cerca o arriesgar por una foto más allá de lo justo.
Todo marchaba bien, los coches pasaban y “hacia lo mío”, foto va foto viene, hasta que “llegó” el Suzuki Switf nº 35, de Yoann Bonato, que entró en la izquierda demasiado cerrado, el coche se puso en dos ruedas y se le desplazó a la derecha; la consecuencia fue volantazo para “entrar” en la siguiente derecha, el Suzuki se cruza, pero antes de trompear agarra y salta al monte, dio dos botes, y lo “veo” encima, sin entender muy bien cómo estaba allí arriba.
El Suzuki trató de “saltar” hacia mi izquierda, pero no fue suficiente y el coche me atropella, noto un golpe fuertísimo y me “siento” volando. Al caer comienzan los dolores, instintivamente miro si muevo los dedos de los pies: el pie izquierdo me duele algo y ya sé que tiene algún hueso roto, pero lo que me duele horrores es el hombro derecho, insoportable ese dolor, le echo la mano izquierda y ya noto que no está bien; noto otro dolor en el fondo de la espalda, pienso que será por la postura, que alguna piedra la tengo que tener debajo, y aunque trato de cambiar la posición para así tener alivio, imposible.
Habían llegado hasta donde estaba una pareja de jóvenes, que estando detrás de mi se habían librado del atropello por los pelos; ella sé que es morena y su voz la sigo recordando: “Esté quieto, no se mueva. ¡Esa ambulancia, que llamen a la ambulancia!”, repetía.
Entre medias apareció un tío que me dijo: “Tranquilo, que soy Bombeiro Voluntario”, y con la misma me cogió la cabeza, y ya me fue imposible buscar una postura que me aliviara el dolor que tenía en la espalda, traté de decirle que el pescuezo y la cabeza no me dolían, pero hizo allí presa y a mí no me quedó más remedio que aceptar el estarme quieto
PRIMEROS AUXILIOS
Notaba que cada vez había más gente, y pedí que cogieran la cámara y la mochila. La cámara la llevaba colgada y apareció a varios metros de donde yo estaba.
La chica morena hablaba de un torniquete, por lo que me asusté; en la pierna izquierda tenía una raja larga y bastante profunda, que sangraba abundantemente. Mis compañeros aparecieron y Antonio me dice que “tranquilo que ya estamos contigo”, recogieron el equipo y yo ya sólo me preocupé de los dolores que tenía por todo el cuerpo.
En realidad terminan doliendo una o dos cosas, las más dolorosas, del resto más que dolor son magulladuras que sabes que tienes en diversas partes del cuerpo. Poco a poco me voy haciendo un “mapa” de cómo estoy. Al ver que podía mover los dedos de los pies, y las piernas, estaba tranquilo: la columna debía de estar bien, así que dentro de la gravedad había librado bastante bien, estaba despierto y el amigo “bombeiro” tampoco estaba dispuesto a que “durmiera” por nada del mundo, así que me preguntaba por mi nombre cada vez que cerraba los ojos por culpa del sol, o me preguntaba de dónde era, el caso es que en cuanto llego la ambulancia y me volvieron a preguntar por el nombre, y que de dónde era, entre Gonzalo y Ourense, terminé con el nombre de “Lorenzo”.
Al principio pensé si había “otro” herido, pero al momento siguiente ya supe que el tal “Lorenzo” era yo. Recuerdo que en un momento determinado les dije: “De Lorenzo, nada, soy Gonzalo”, pero nada, seguí siendo “Lorenzo”, pues ellos eran muchos a decirlo, y yo, la verdad, tampoco estaba para discutir por culpa de un nombre.
Me entablillaron, me metieron en la ambulancia y ya estaba el helicóptero esperando en el campo de fútbol, así que en poco, muy poco tiempo, estaba volando camino del Hospital de Faro.
Me miraron todo y me radiografiaron todos los huesos, alguno dos veces, pues no les cuadraba que no hubiera una lesión que se correspondiese al golpe que tenia. Lo cierto es que me “arreglaron” rápido y bien.
INVÁLIDO Y MAGULLADO
Por la tarde llamé a casa para decir que me había atropellado un coche, que tranquilidad, que estaba bien: “va, un par de dedos rotos en el pie izquierdo, pero nada, que llegaríamos algo más tarde de lo que teníamos previsto”.
A veces, ser escueto tranquiliza, pero tiene consecuencias en forma de llamada telefónica a las 3 de la mañana, despertando a los 6 que estábamos en la habitación; como pude y en voz baja, le digo a mi mujer que de momento seguía en el hospital, y que o bien el domingo o el lunes me dejarían marchar: “Me tienen en observación y el médico es quien manda”,
Consideré que quedaría tranquila, dentro de la alarma que tal suceso siempre crea. Así que volví a tratar de dormir y descansar, pero el hombro me dolía un poco, tenía otro dolor en la pierna derecha que me tenía preocupado, y la pierna sin fuerza:
Lo cierto es que estaba inválido, la pierna izquierda casi no la podía mover, tenía el yeso puesto y aquello en esos momentos pesaba muchísimo; la derecha casi ni la daba movido, y sólo tenía fuerza si empujaba contra los pies de la cama. El hombro derecho inmovilizado, sólo con pensar en moverlo me dolía. La espalda, en su parte baja, me “enviaba” señales de dolor: era una fisura del cofix, así que lo único que estaba bien era el brazo izquierdo, el cuello y la cabeza.
¡Coño para el Suzuki, cómo dejó!
Quiero agradecer la rapidez de los servicios médicos, actuaron con gran profesionalidad y me evacuaron en muy poco tiempo.
Al amigo “bombeiro”, del que no sé su nombre, darle mis más sinceras gracias.
Al Sr. Mario Martins da Silva, responsable del Rally y del Automóvil Club de Portugal, por las gestiones y la rapidez con que apareció en el Hospital.
También al equipo médico del Rally, que pasó por la habitación para ver mi estado.
Y, sobre todo, a Isabel y su novio: no sólo se portaron de diez en el momento del atropello, si no que el lunes, cuando viajaba en la ambulancia, y tras hacerse con mis datos (no pararon hasta conseguir mi móvil) me llamaron para saber cómo estaba.
A Antonio, como lo tengo cerca, ya le agradecí, en persona, sus desvelos. Como a Oscar. Fue un sábado intenso, el que pasamos…
El piloto del Suzuki, Yoann Bonato, se porto muy bien. Estuvo allí hasta que me evacuaron, preocupado por mi estado, y por la tarde vino al Hospital para ver cómo seguía, y en un Ingles chapurreado, algo nos entendimos.
Ya me voy recuperando, entre curas, escayolas y partes médicos. Cuando vives una experiencia como esta, reflexionas y piensas que has vuelto a nacer.